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El negocio de los furtivos de jilgueros: «Se llegan a pagar hasta mil euros por un ejemplar»

El 3 de abril de 2019, F.G., de unos 40 años, fue pillado por la Policía municipal en una zona de campo de Pozuelo de Alarcón con cinco jilgueros en el bolsillo de su cazadora y un bote de pegamento de liga para ratas que había usado para capturarlos. Una orden de la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid le impuso posteriormente una multa de 1.440 euros -ocho euros al día durante nueve meses- tras cometer un delito contra la fauna recogido en el artículo 335.1 del Código Penal.

Una sanción que fue confirmada judicialmente al considerarse probado que «capturó los jilgueros utilizando unas varillas de madera impregnadas en pegamento que colocaba en una zona de agua», tal y como recoge una sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid del pasado febrero, después de que el acusado recurriera el auto de primera instancia que ratificaba la sanción.

El jilguero es una especie no cinegética que está prohibido cazar en todo el país excepto en casos muy excepcionales, siempre que sea para fines científicos y cuente con la autorización pertinente de la administración competente, en este caso las comunidades autónomas.

El silvestrismo está suspendido desde 2019 por las exigencias de la Unión Europea a través de la directiva AVES [normativa para la conservación a largo plazo de todas las especies de aves silvestres de la UE]. Hasta entonces algunas comunidades sí permitían la caza de estos ejemplares a personas que pertenecían a asociaciones de jilgueros de canto o eran criadores en cautividad que operaban de forma legal. Siempre capturas en cupos limitados. 

Captura

Muchos cazadores aprovechaban este resquicio, sin embargo, para hacerlo de forma ilegal y venderlos luego bajo cuerda, ya fuera por Internet o en zonas rurales por el boca a boca. «En algunos casos se venden por 10 o 20 euros, pero se ha llegado a pagar 500 o mil euros por un ejemplar», señalan fuentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil.

Jaulas incautadas a un furtivo de jilgueros en L’Hospitalet de Llobregat en 2021. MOSSOS

Pese a que el artículo 24 de la recién aprobada Ley de bienestar animal prohíbe también “la tenencia, cría y comercio de aves fringílidas capturadas del medio natural” referidas a jilgueros, verdecillos y verderones, el negocio de su captura y posterior venta, sin embargo, sigue realizándose. Es un ejemplar muy preciado, ya que se considera que el canto del jilguero europeo (carduelis carduelis) es uno de los más bonitos del mundo de las aves. Todos los años en España se organizan concurso de cantos de jilgueros. 

Andalucía

Frecuentemente los medios locales dan cuenta de detenciones de furtivos, sobre todo en Andalucía o el Levante. La pasada semana, por ejemplo, los especialistas del Seprona de la Guardia Civil pillaron ‘in fraganti’ a una persona que había capturado dos de estas aves cantoras en Caravaca de la Cruz (Murcia) usando cien varetas de plástico, un bote de pegamento y un reclamo que emitía sonidos similares a los de las aves. Estos métodos pueden ser lesivos para muchas más aves o pequeños mamíferos que caen atrapados, como los mirlos o los petirrojos.

Según un reciente informe de SEO Birdlife, el jilguero es el pájaro que más ha ingresado en los Centros de Recuperación de Fauna (CRF) de España en las últimas dos décadas debido, precisamente, al silvestrismo. «Hasta hace unos años era una práctica que se hacía con bastante frecuencia, pero siempre con autorización. Había un cupo diario o de temporada dependiendo de cada comunidad y había que ponerle anillas de plástico para probar que estaban dentro del cupo, como los precintos de la caza», señalan desde el Seprona.

Alta mortandad

Según explican desde la Guardia Civil, para conseguir sacar adelante un ejemplar válido para la cría en cautividad -con canario normalmente- «había mucha mortandad», ya que muchos no se adaptaban bien a la alimentación -el alpiste con mixtura no ofrecía el alimento tan variado que tenían en la naturaleza- o por al simple hecho de estar enjaulados. Para conseguir un jilguero sano en cautividad podían morir entre 15 o 20 por el camino.

En el caso de la captura permitida con fines científicos -donde el ave se anida y se suelta posteriomente para estudiar su hábito o sus recorridos- la caza es mucho menos lesiva, ya que se usan redes, que se colocan en árboles rodeados de reclamos, como animales vivos de la misma especie o un poco de comida.

Por el contratio, los furtivos siguen usando los métodos invasivos del silvestrismo, como el pegamento o el enganche de usar polluelos que se han capturado antes y que dejan fijos dentro de una jaula. «Hay gente, los palilleros que se les llama, que los capturan con una edad mínima, y los alimentan ellos, con una papilla que les van dando con un palillo, de ahí su nombre. Es una práctica muy complicada», aseguran expertos del Seprona, que añaden que en este caso la mortalidad «sigue siendo muy alta».

Registros

En cualquier caso la labor de los agentes especializados de la Guardia Civil está estrechando mucho el cerco a los furtivos y cada vez se encuentran menos ofertas de jilgueros en venta en internet. «Cada vez es más difícil registrarles y ya no se pueden ofertar en ningún sitio o si lo hacen es con muchas precacuaciones o en foros de internet donde tienen que usar claves», aprecian. 

En portales de anuncios en internet sí se pueden ver en venta por entre 250 y mil euros «jilgueros mayores», de mayor tamaño. Su venta está permitida por ahora porque no es una especie autóctona de España, sino una subespecie procedente del norte de Europa. «Al no estar contemplados aquí dentro del convenio Citex es difícil sancionarlos». Si llevan en un pata un anillo numerado es que su procedencia es lícita, a priori claro, porque en muchos casos se han introducido en nuestro país «en maleteros de coches «sin declararlos». «Los criadores en estos casos están mil pasos por delante», advierten desde la Guardia civil. Para poder tenerlos en jaulas en casa o poder criarlos en cautividad, muchas comunidades exigen un permiso concreto en el caso concreto de esta especie.

Ramas de esparto

En cuanto al jilguero autóctono, los furtivos se prodigan más por las zonas rurales del sur de España o la Comunidad valenciana y luego los venden bajo cuerda. Los cazadores colocan sus trampas al lado de fuentes o zonas de agua. En algunos casos usan redes o impregnan pegamentos -que se pueden comprar en cualquier ferretería- en ramitas, principalmente de esparto, o en árboles pequeños de plástico.

El cazador atrapado en L’Hospitalet de Llobregat ponía jaulas en los árboles de un parque para atraparles. MOSSOS

«Es difícil controlarlo si no es por denuncia, ya que en muchos casos se hace en fincas privadas. En cuanto a la venta, si el jilguero está criando con canario pueden valer más de cien euros, aunque se ha llagado a pagar 500 o mil euros por uno, y si es un campeón [de concurso de canto] mucho más», señalan desde el Seprona sobre los campeonaros que se montan con los ejemplares que han sido criados en cautividad.

Las sanciones impuestas por la Guardia Civil o las policías locales se cumplen, tal y como demuestran varias sentencias de tribunales provinciales a las que ha tenido acceso EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, y que confirman las multas que establece para el silvestrismo el Código Penal que, en su artículo sobre delito relativo a la protección de la flora y la fauna, establece penas de prisión de 6 meses a 2 años o multa de 8 a 24 meses y, en todo caso, la de inhabilitación especial para profesión u oficio e inhabilitación especial para el ejercicio del derecho a cazar o pescar por tiempo de uno a tres años.

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