Julieta Morón nació en Comodoro Rivadavia en 1990 y desde chica aprendió a vivir entre valijas. Pasaba los días de clases en La Plata y las vacaciones en el sur, viajando en micro de un punto al otro del mapa familiar. Ese ir y venir le dio algo más que horas de ruta: le enseñó a observar, a moverse, a no quedarse quieta. Hoy, a los 34 años, dice que esa infancia itinerante marcó su forma de habitar el mundo y su manera de contar historias.
Licenciada en Comunicación Social, con una diplomatura en Estudios Feministas, una especialización en Periodismo Cultural y un máster en Copywriting, Morón encontró en la escritura y en la oralidad el espacio para contar su historia. En 2022 lanzó el podcast Tetas Vencidas, donde habló por primera vez de sus implantes mamarios: de la decisión de colocárselos a los 18, de las contradicciones, del dolor físico y emocional, y de la elección de retirárselos más de una década después. Lo que empezó como un relato íntimo se transformó en algo colectivo: otras mujeres le escribieron para contar sus propias experiencias, algunas incluso tomaron la decisión de explantarse después de escucharla.
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Ese material se convirtió en un libro que fue presentado en mayo de este año en España. “Sentí que para terminar de transmutar la experiencia tenía que escribirla”, dice Julieta en entrevista con El Patagónico. Tetas Vencidas respeta un orden cronológico: abre con la mirada de una niña de seis años frente al cuerpo de su madre recién operado y llega hasta la adultez, cuando ella misma pasa por el quirófano para sacarse las prótesis. “En el libro pude explayarme mucho más. No es teórico ni académico, es íntimo y sarcástico, se lee rápido”.
La presentación del libro tuvo una madrina de lujo: la periodista y referente feminista Luciana Peker, a quien conoció en Mallorca. “Fue un honor escuchar y leer su lectura sobre mi trabajo, me ayudó a darle visibilidad y hasta me aconsejó cómo encarar mi primera presentación”, recuerda. Morón también fue seleccionada para el taller de libro periodístico de Martín Caparrós en la Feria del Libro de Madrid, un hito que le permitió darle forma al proyecto cuando todavía era apenas un conjunto de guiones de podcast.
DEL DESEO ADOLESCENTE A LA AUTONOMÍA
La infancia y la adolescencia fueron un laboratorio de miradas ajenas y mandatos. “¿Qué imágenes vemos de cómo debe ser una mujer? ¿Cómo es una mujer deseada en esta sociedad? Si sos mujer tenés que ser deseada”. Julieta recuerda los folletos de Herbalife en la cocina de su casa, donde se leían frases como ´tu vida empieza después´. “Si eras gorda, no podías ser feliz. Era el mensaje constante.”
La presión estética no terminaba en el cuerpo: también aparecía en la escuela. “En La Plata fui a un colegio católico de mujeres, donde la competencia pasaba por el posicionamiento social o económico. Era: qué tratamientos podías pagar, qué ropa te comprabas, si ibas a la cama solar. En Comodoro, en cambio, había otros códigos, otras expectativas sobre el cuerpo. Ahí me di cuenta de que los estándares de belleza son construcciones culturales: cambian según el lugar, la época.”
A los 18, con los ahorros de su adolescencia —regalos de cumpleaños, dinero de la comunión— Julieta tomó la decisión. “No hubo un día de quiebre. Era algo que venía gestando desde chica: me ponía corpiños, medias, hombreras para emular que tenía. Para mí era un arma de seducción. Era ponerme algo para cazar. Pero también fue un acto de autonomía: era mi dinero, mi cuerpo, mi decisión”.
La operación no fue un secreto, pero tampoco algo que compartiera abiertamente. “No lo publiqué en redes ni lo conté a todo el mundo. Incluso llegó un rumor de que me había levantado las tetas y yo me sentí orgullosa de todos los trucos de adolescente que usé antes para que parecieran reales: los dos corpiños, las medias, las hombreras.”
La intimidad empezó a incomodarla años después, cuando las dudas sobre su salud y el propio cuerpo se hicieron imposibles de callar. “El explante sí generó una reacción en otras mujeres. Me escribieron para contarme que se iban a sacar las prótesis o que habían convencido a su mamá. Con el implante no vi que pasara eso.”
Ese momento de quiebre fue creativo: dio origen al podcast Tetas Vencidas y, más tarde, al libro. “Escribir fue como cerrar un ciclo. Es como si hubiera bajado un archivo a un disco externo: las anécdotas dejaron de estar en mi cuerpo para quedar ahí, en el papel. Ahora puedo leerlas y recordar, pero ya no me atraviesan igual».
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FEMINISMO, REDES Y EL PODER DE CONTAR LA PROPIA HISTORIA
La decisión de escribir no fue solo personal: fue política. Durante la pandemia, Julieta cursó una diplomatura en Estudios Feministas que le dio un marco teórico a preguntas que la acompañaban desde siempre. “Desde chica había cosas que no me cerraban: la división de tareas, el lugar de las mujeres en los medios, los roles en las publicidades. Me preguntaba por qué los hombres conducían y las mujeres sostenían zapatillas sonriendo. Esa mirada siempre estuvo, pero con la diplomatura pude ponerle historia, nombres, luchas.”
Ese proceso le permitió repensar su propia cirugía. “Hay quien se pregunta: ¿cómo una feminista tiene las tetas hechas? Para mí fue una decisión de autonomía, de pararme como adulta. Son decisiones multicausales, como todas las de la vida”.
En Tetas Vencidas, Julieta no solo narra su experiencia: también analiza el contexto social que la llevó a operarse y después a explantarse. “Mi historia es una excusa para hablar de todas las tetas”. Su mirada se detiene en los estándares de belleza y en cómo las redes sociales multiplican la presión. “Instagram es una curaduría de la sociedad. Creés que todo el mundo es más lindo, más flaco, más exitoso. Después salís a la calle y ves que no es así. Pero si estás todo el día comparándote, sentís que tu vida y tu cuerpo son una mierda”.
La escritora cuestiona la doble vara: “Una mujer puede subir una foto en bikini a su Instagram y la critican, pero esa misma imagen en una autopista nos parece normal porque vende. ¿Por qué molesta cuando lo hacemos por nosotras y no por el mercado?”.
Embed – Julieta Morón – Escritora on Instagram: «Junio, qué decirte. Puede parecer, por este recorte, que has sido maravilloso. No lo niego. Pero también has sido de los meses más duros que he vivido. Sí que me has traído batallas. De esas que se tarda tiempo en procesar y que quizás, sólo quizás, algún día también se conviertan en libro. Porque la palabra sana. Como sanan las amigas y los amigos. Como sanan los hermanos. Como sanan los libros. Como sana el mar. Me faltan fotos, pero no me faltaron abrazos. Gracias.»
El libro abrió conversaciones inesperadas. “Me han escrito mujeres contándome sus peores inseguridades, sus operaciones, sus arrepentimientos. En mi familia también surgieron charlas nuevas. Entendí el poder de la palabra: cuando alguien se abre, el otro se abre. Te das cuenta de que estamos todos viviendo cosas parecidas.”
La exposición pública fue un desafío. La presentación junto a Luciana Peker en Mallorca le dio visibilidad, pero también la obligó a procesar que su historia ya no le pertenece del todo. “Que Peker presentara mi libro fue un honor. Me ayudó a pensar cómo hablar, cómo pararme. Incluso me metía al estudio de radio de los programas en las que era invitada para que yo también hablara. Es una compañera de verdad.”
El proyecto también la llevó a la Feria del Libro de Madrid, donde fue seleccionada para el taller de libro periodístico de Martín Caparrós. “Yo junté los guiones del podcast, los mandé y quedé entre ocho seleccionados de toda Iberoamérica. De repente estaba sentada con periodistas que investigaban corrupción en Colombia y yo diciendo: vengo a hablar de mis tetas. Pero por algo lo eligieron. Caparrós me dio claridad para estructurar el libro. Fue un hito.”
Hoy, Tetas Vencidas circula en librerías y en conversaciones. “Nunca pensé que mi primer libro iba a ser sobre esto. Creía que iba a publicar poesía. Pero tenía que ser este. Me abrió puertas, me dio nuevas amigas, me permitió conocerme mejor. Y lo más importante: abrió el diálogo. Porque las tetas, al final, son de todas».
