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Colina: «Milei tiene cada vez menos alternativas para reactivar la economía y corre riesgo de volver al cepo»

La economía argentina atraviesa un momento de extrema fragilidad. A la recesión profunda se suma una crisis financiera marcada por la suba de tasas de interés y vencimientos de deuda que el Tesoro debe afrontar sin margen de maniobra. Como si fuera poco, la inestabilidad política y los problemas de gestión complejizan aún más el panorama. En diálogo con Perfil Córdoba, el economista Jorge Colina, presidente de IDESA, planteó un diagnóstico severo sobre la coyuntura y las perspectivas del gobierno de Javier Milei. Según su visión, la administración libertaria enfrenta una “triple crisis: económica, financiera y política”, con un programa que se apoyó exclusivamente en el manejo de la tasa de interés y el tipo de cambio, pero que hoy luce agotado. Según su visión, lo distintivo de este momento es que el Gobierno agotó en pocos meses todas las herramientas de política monetaria y cambiaria que tenía a disposición. “Cuando el dólar está en el techo y la tasa en niveles récord, no queda espacio para mover ninguna de las dos variables sin que se genere una crisis mayor. Es lo que explica la parálisis actual”, subraya.

-¿Con qué rotulo describirías la situación actual?
-Estamos en medio de una crisis financiera muy seria. La tasa de interés está en niveles cercanos al 95%, lo que encarece el crédito, mata la actividad y, al mismo tiempo, genera un peso enorme sobre la deuda del Tesoro. A la vez, el dólar está pegado al techo de la banda cambiaria. El gobierno no tiene margen para hacer una corrección de tipo de cambio ni para bajar la tasa. Es una encerrona peligrosa.

-¿Qué impacto tiene esto en la vida cotidiana de la gente?
La gente lo percibe con la caída de la actividad y la falta de trabajo. No hay empleo formal nuevo y lo que crece es el cuentapropismo de subsistencia: repartidores que tienen que hacer el doble de viajes para llegar a fin de mes o monotributistas que apenas sobreviven. Aunque consigan ingresos, la sensación es de mayor esfuerzo para lo mismo o menos. Eso alimenta la percepción de que “no llego a fin de mes”.

Según datos oficiales, el empleo asalariado privado registrado se mantiene estancado desde hace más de una década en torno a los 6,2 millones de puestos. En cambio, crece con fuerza la informalidad y el cuentapropismo. “La tasa de desempleo no explota porque la gente se refugia en el trabajo en negro o en actividades de subsistencia, pero eso no significa mejora alguna en la calidad del empleo”, aclara Colina.

El episodio de las Leliq es para Colina el mejor ejemplo de cómo la mala ejecución técnica puede dinamitar la confianza. “El equipo económico no es improvisado, son técnicos formados y con experiencia financiera. Por eso sorprende aún más que hayan cometido errores tan groseros, que hoy condicionan todo el escenario. El gobierno cometió errores graves. Primero desarmó las Leliq y bajó la tasa de interés de manera muy fuerte, incluso poniéndola en terreno negativo. Eso generó una inflación más baja, pero también llevó a que muchos salieran de esos instrumentos y se fueran al dólar. Luego intentaron corregir con encajes, pero eso fue como poner un “cepo en pesos” a los bancos. El resultado es que hoy tenemos expectativas muy adversas en bancos, empresas e inversores”, remarca.

-En ese marco, desde lo técnico, ¿existe riesgo de que regrese un cepo cambiario?
Desde lo ideológico, Milei y su equipo rechazan de plano esa opción, pero desde las condiciones objetivas, no se puede descartar. Si los inversores grandes deciden salir de las colocaciones en pesos y refugiarse en dólares, la presión sobre el techo cambiario va a ser muy fuerte. Con una tasa ya altísima, no queda otra herramienta que restringir el acceso al dólar. No digo que lo vayan a hacer, pero el riesgo está.

En la memoria reciente, la vuelta de un cepo genera un fuerte trauma en el mercado y en la sociedad. Colina recuerda que “cada vez que se reinstaló un control cambiario fue porque la macroeconomía estaba desbordada. El gran problema es que esas medidas frenan todavía más la inversión y el comercio exterior, por lo cual serían un último recurso, pero no se puede excluir del todo”.

Usted habla de una triple crisis: económica, financiera y política. ¿Cómo se combinan?
La crisis económica es la recesión y la falta de empleo. La financiera es este corset de tasas altas y dólar al límite. Y la política es la debilidad del gobierno, que no tiene mayoría en el Congreso ni capacidad de negociación. A eso se suma la crisis de gestión: lo que vimos con la ley de discapacidad lo ilustra, porque no supieron implementarla ni políticamente ni técnicamente. Todo esto junto es muy explosivo.

En ese punto, Colina advierte que la política puede convertirse en la variable más desestabilizadora. “El Congreso ya le devolvió varios vetos al Ejecutivo y la relación con los gobernadores se volvió tensa. Si no aparece un marco de acuerdos básicos, las reformas estructurales que se anuncian quedarán nuevamente en el papel”.

-¿Qué margen le queda al gobierno para reactivar la economía?
Muy poco. El programa nunca fue un plan económico integral, siempre fue un esquema financiero basado en tasas y dólar. Al entrar en crisis ese esquema, ya no hay otra cosa. Las reformas estructurales —impositiva, laboral, previsional— se siguen anunciando hace 20 años y nunca se aplican. Con la debilidad política actual, veo muy difícil que este gobierno pueda avanzar en algo de fondo.

El economista agrega que, en este contexto, la posibilidad de una recuperación rápida es mínima. “La historia económica argentina muestra que, en recesiones profundas, las salidas suelen venir de la mano de algún shock externo favorable: suba de precios de exportación, crédito internacional, cosechas excepcionales. Hoy nada de eso aparece en el horizonte”, explica.

-¿Qué rol puede jugar la negociación con las provincias?
Es una oportunidad que probablemente se desaproveche. Los gobernadores van a ir a pedir plata y el gobierno, en lugar de ofrecer discrecionalidad, debería devolver potestades tributarias, como prometió Milei: que cada provincia se quede con el IVA que genera. Esa sería la verdadera reforma impositiva y un estímulo al crecimiento. Pero no creo que lo hagan, porque la mirada de la gestión es muy cortoplacista. Argentina necesita una reforma fiscal que alinee los incentivos de Nación y provincias. Mientras se sigan discutiendo transferencias discrecionales, los gobernadores priorizarán el corto plazo. Un esquema donde cada provincia recaude y administre sus impuestos sería un cambio de paradigma. Pero requiere visión política, algo que hoy no aparece en el gobierno.

-¿Todavía existe un programa económico?
Lo único que hubo fue un programa fiscal-financiero, no económico en sentido amplio. Se trataba de manejar la tasa, el dólar y la deuda. Como eso entró en crisis, ya no queda programa. Las expectativas están muy deterioradas y es difícil revertirlas cuando fueron las propias decisiones del gobierno las que las generaron. Hoy lo único que sostiene al gobierno es el acuerdo con el Fondo Monetario, que es a la vez un salvavidas y un límite. Sin el respaldo del Fondo, la situación ya se habría desbordado. Pero con el Fondo tampoco alcanza, porque no puede reemplazar la falta de confianza interna.

-¿Qué escenario ve a corto plazo?
-De más recesión, más malhumor social y presión cambiaria. No hay margen para mejorar la actividad si no bajan las tasas, y no pueden bajarlas porque el dólar se iría de control. Es un callejón sin salida. Por eso digo que estamos ante la conjunción más peligrosa: crisis económica, financiera y política, todas juntas.

El escenario, advierte, es de “estanflación prolongada”, una mezcla de recesión con inflación contenida artificialmente que tarde o temprano volverá a acelerarse. “Hoy la inflación parece controlada, pero es un espejismo producto de la recesión y de la política de tasas. Cuando esas anclas se suelten, el rebote de precios puede ser muy fuerte”, anticipa.

-¿Cuál es su pronóstico para los próximos meses?
Que el humor social va a empeorar, porque la gente siente cada vez más la caída de la actividad y el endeudamiento por el costo del crédito. Y que las alternativas del gobierno son muy escasas. El Fondo Monetario puede acompañar porque no tiene otra opción, pero no alcanza. Milei corre el riesgo de quedar atrapado en una gestión sin rumbo. Se necesita un cambio de estrategia, con un nuevo pacto de gobernabilidad que incluya a provincias, Congreso y actores sociales. Sin eso, cualquier medida técnica está condenada al fracaso. El riesgo es que la sociedad pierda la paciencia antes de que el gobierno encuentre una salida.

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