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Después de una derrota bien merecida

Los responsables principales de lo que sucedió el domingo pasado en la provincia de Buenos Aires fueron Javier y Karina Milei. Nunca sabremos cuántos de aquellos que hasta mediados de 2023, habían simpatizado por Juntos por el Cambio pero apoyaron a Milei en el balotaje, optaron por boicotear las urnas, pero de haberse dado el trabajo de votar los hartos de ser tratados con desprecio por el presidente, los resultados de las elecciones para bancas en cámaras legislativas muy desprestigiadas hubieran sido mucho menos dolorosos para los Milei y sus amigos.

Desde asumir el poder, Milei se ha dedicado a colmar de pretextos para repudiarlo a quienes lo apoyaron en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales sólo por entender que sería menos malo que Sergio Massa. Con optimismo insensato, los Milei los tomaron por conversos a la causa libertaria que pronto olvidarían se adhesión al PRO o a una variante del radicalismo porque, entre otras cosas, valoraban su respeto por las normas republicanas. Aunque Mauricio Macri, Patricia Bullrich y otros dirigentes de Juntos por el Cambio no titubearon en rendirse al canto de sirena mileísta, muchos que los habían respaldado antes del balotaje de hace menos de dos años se resistieron a acompañarlos.

Alucinados por la caída abrupta de la tasa de inflación y la convicción de que haber posibilitado la hazaña así supuesta sería más que suficiente como para garantizarles años de apoyo popular, los hermanos Milei se negaron a prestar atención a las dificultades que provocaba el ajuste que el gobierno aplicaba sin paliativos. Creían que todos comprenderían que era necesario y que por lo tanto no tendrían que explicar nada. Milei hizo mucho para reordenar la macroeconomía, pero descuidó todo lo demás.

Si bien la magnitud de la derrota de los candidatos de La Libertad Avanza sorprendió incluso a los triunfadores peronistas, comenzando con los intendentes municipales que lograron aprovechar al máximo su predominio territorial, estaba escrito que el gobierno de Milei no tardaría en verse castigado por la soberbia adolescente, para no decir infantil, que ha sido una de sus características más llamativas y más antipáticas.

¿Aprendió Milei algo útil de la lección nada agradable que acaba de recibir? Pronto sabremos la respuesta a este interrogante fundamental, ya que está en juego mucho más que la carrera de un político determinado, pero a juzgar por su reacción inicial, parecería que ha caído en la tentación peligrosa de procurar minimizar la gravedad del problema que enfrenta, de ahí aquella poco novedosa “mesa política” conformada por los de siempre: el “triángulo de hierro”, Guillermo Francos, Manuel Adorni y Patricia Bullrich, y el nombramiento de Lisandro Catalán como ministro del Interior.

Sin embargo, para recuperarse del golpe brutal que le asestó el electorado bonaerense, Milei podría tener que prescindir de los servicios políticos de “el jefe” Karina y los integrantes del clan Menem que se encargaron de la estrategia ruinosa de humillar a sus aliados obligándolos a pintarse de violeta. También le sería positivo distanciarse de los influencers más esperpénticos que lo apoyan en “la batalla cultural” que está librando y ponerse a construir una coalición amplia cohesionada por la voluntad de remplazar un “modelo” socioeconómico penosamente anticuado por uno que sea más apropiado para los tiempos que corren.

Puesto que el país no puede darse el lujo de experimentar otra convulsión política -la crisis económica dista de ser ficticia y superarla requerirá años de trabajo muy duro-, convendría que Milei volviera a fojas cero y abandonara la fantasía totalitaria de un país monocolor que, según parece, le ha vendido Karina. A lo sumo, puede aspirar a que La Libertad Avanza se erija por un rato en la primera minoría, como es Fuerza Patria en la provincia de Buenos Aires donde, a pesar de la ayuda que le prestaron el presidente y sus adláteres, el peronismo no alcanzó una mayoría absoluta.  

Lo mismo que los demás países democráticos, la Argentina es pluralista y sus gobernantes tienen forzosamente que tomar en cuenta las opiniones y los intereses ajenas. Si Milei se niega a hacerlo, terminará aislándose hasta tal punto que, para sobrevivir en el poder, dependerá casi por completo de la resistencia de la ciudadanía a permitir que se viole el orden previsto por la Constitución nacional.

¿Incidió en los resultados de las elecciones bonaerenses la difusión de rumores fuertes de corrupción en el núcleo gobernante? Aunque sería paradójico que tuvieran un impacto decisivo, ya que entre los más beneficiados están miembros de “la casta” peronista que son notorios por su rapacidad, las denuncias que se han formulado últimamente han contribuido a privar a la cúpula libertaria de algo muy importante que supuestamente la diferenciaba de “los kukas”.

De propagarse la idea de que, en el fondo, Milei y compañía tienen mucho en común con los kirchneristas, hasta su compromiso con el realismo macroeconómico se verá puesto en duda. Por su naturaleza, la corrupción atenta contra la disciplina fiscal al permitir que “la casta” se apodere de recursos que podrían usarse no sólo para ayudar a los sectores más vulnerables de la sociedad sino también para invertir en obras productivas.  Para lo demás, hay tantos empresarios y otros que se han habituado a depender más de su relación con el gobierno de turno que de sus propios aportes al bienestar colectivo, que no es necesario ser un experto para entender que son plenamente capaces de frustrar los esfuerzos reformistas de gobiernos que se sienten constreñidos a dar prioridad a la generosidad interesada de tales amigos.

Para extrañeza de nadie, “los mercados” reaccionaron de manera sumamente negativa frente al desenlace de lo que el gobierno mismo decidió tratar como un plebiscito sobre su propia gestión. Quienes operan en ellos lo tomaron por evidencia de que, dentro de poco, la Argentina podría ser gobernada por “el soviético” Axel Kiciloff, un ideólogo anclado en el mundo de mediados del siglo pasado que, muchos creen, no vacilaría un solo minuto en estatizar todo a su alcance y en repudiar las deudas del país para entonces provocar el enésimo tsunami inflacionario. 

Puede que tales temores sean fantasiosos y que Kiciloff haya aprendido algo de su ya muy larga experiencia en el poder, pero en vista del prontuario en dicho ámbito de la Argentina, es lógico el escepticismo extremo que sienten tantos en Wall Street y otras plazas financieras internacionales cuando de los riesgos de una recaída se trata. Si dan por descontado que el sucesor más probable al gobierno libertario de comportamiento autodestructivo de Milei sería uno peronista, tendrán motivos de sobra para no querer arriesgar su dinero en un país que, a través de los años, se las ha arreglado para defraudar una y otra vez a quienes habían confiado en las promesas de mandatarios que, como el presidente actual, se afirmaban resueltos a respetar las reglas vigentes en el mundo capitalista en que, para desconcierto de muchos, China está adoptando actitudes hacia infractores seriales que son tan severas como las que siempre han sido típicas de países tradicionalmente hostiles al populismo económico como Alemania y Japón.

Hasta hace muy poco, Milei, como Macri en su momento, intentaba aterrorizar al electorado advirtiéndole que la alternativa más probable a su propio gobierno sería uno manejado por Cristina, pero ocurre que, si bien la expresidenta festejó desde su balcón el triunfo de Fuerza Patria, ella misma ocupaba un lugar entre los perdedores. Por mucho que le duela, Kiciloff está logrando remplazarla como el líder nominal del peronismo. ¿Sabrá consolidarse? Puede que no, pero mientras no aparezca alguien con carisma, conservará el rol que consiguió al pasar por alto los consejos de Cristina y desdoblar los comicios provinciales. Aunque tener a un personaje como Kiciloff como el desafiante número uno debería convenirle políticamente a Milei, lo que el ex favorito de Cristina representa podría asustar aún más a los inversores en potencia, sean éstos nacionales o extranjeros, que el espectro de un hipotético retorno del kirchnerismo puro.

De todos modos, es evidente que una parte sustancial de la población del país está llegando a la conclusión de que el ajuste fiscal está provocando una recesión en que el desempleo está subiendo, la producción está cayendo y el peso está perdiendo valor frente al dólar. ¿Significa todo esto que la estrategia de Milei se basa en una diagnosis equivocada?  No necesariamente, ya que era claramente suicida suponer que la inflación servía para estimular la economía y que por lo tanto había que seguir aumentando el gasto público como hacía Massa con sus planes platita, pero al celebrar la dureza del ajuste, el gobierno brinda la impresión de querer hacer sufrir a los jubilados, los discapacitados y otros que dependen del Estado, lo que no lo ayuda a congraciarse con los millones de votantes que se han visto perjudicados. Por irracional que sea culpar a Milei por la escasez de recursos genuinos, es comprensible que muchos no la atribuyan a la falta de productividad de una economía rota sino a la crueldad de un personaje que los desprecia.

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