Desde la vitrina de una sastrería, sobre la Avenida de Mayo, los figurines llamaron su atención. El poeta Julio Castellanos, colaborador de Caras y Caretas, quiso conocer a su creador y lo contactó con Manuel Mayol, cofundador y director de dibujantes de la célebre revista. Fue así que en 1912 se unió a ese prestigioso staff Nicanor Balbino Álvarez Díaz, más conocido por el seudónimo con el que firmaba sus dibujos: Alejandro Sirio.
Tenía entonces veintidós años, y hacía dos que había llegado a Buenos Aires desde su ciudad natal, Oviedo. Trabajó primero como cajero, vendedor y letrista, y su primer encargo como dibujante fue un mural publicitario para un cine de Belgrano. Autodidacta, llegaría a asumir en 1924 la dirección artística del suplemento dominical de LA NACION, a ilustrar la edición especial de La gloria de don Ramiro (1929), de Enrique Larreta -para lo cual viajó a España a estudiar los escenarios de la novela-, lo cual lo consagró como “uno de los ilustradores más refinados y personales de la primera mitad del siglo XX”.
Así lo presentan los curadores de la muestra Alejandro Sirio y la edad de oro del arte gráfico argentino, que se inaugura hoy en la Casa Nacional del Bicentenario. Gracias a una investigación de más de una década, Cristina Santa Cruz y Jorman Gutiérrez lograron reunir cerca de 200 piezas originales de Sirio y de sus colegas contemporáneos, que se exhiben al público por primera vez.
“Esta selección de materiales inéditos revela la complejidad, sensibilidad, modernidad y vanguardia de un artista que supo conjugar espiritualidad, literatura, poesía ornamental y forma gráfica en una misma expresión –explica-, y propone una travesía por su inmenso universo visual: desde el trazo místico y filigranado hasta la letra ornamental, desde los rostros que hablan hasta las revistas que brillaron en el Río de la Plata con la robustez del experto y la sensibilidad de lo etéreo, con su arte desde Oviedo y a través de San Telmo, Palermo y Montparnasse”.
De Palermo a Montparnasse se tituló el libro con 3000 dibujos que publicó en 1948, un año después de haber recibido la Medalla de Oro en el Primer Salón Anual de Dibujantes y de asumir la presidencia de la Asociación de Dibujantes de Argentina (ADA). Sirio había viajado a París a fines de la década de 1930, donde conoció a escritores, músicos y artistas como Pablo Picasso. En Buenos Aires, donde expuso por primera vez en 1931 en la galería Witcomb, expandió también su círculo cuando reemplazó a José María Cao y se convirtió en el primer dibujante estable de LA NACION.
“Esto le permite entrar en contacto con los principales exponentes de la literatura argentina, con quien comparte largas tertulias en cafés y bares porteños –dice una nota que le dedicó en 2006 Sacapuntas, de la ADA-. Durante 28 años publica en el periódico de los Mitre, donde consolida su identidad gráfica: línea depurada, frescura en la figura y enorme misterio”.
Su “inigualable capacidad de síntesis” quedó demostrada, agrega esta publicación, en sus ilustraciones para Poemas de la Fundación, de Mariano de Vedia y Mitre. La síntesis, sostenía Sirio, “no es dibujar menos, es tan sólo dibujar lo justo y necesario”.
Si algo no hizo este artista fallecido en 1953, fue dibujar poco: su producción suma decenas de miles de dibujos publicados en los principales medios gráficos argentinos y en cinco libros ilustrados, además del mural Jujuy: los gauchos norteños (1939) en la estación Jujuy de la Línea E del Subterráneo porteño. Así lo confirma esta muestra, que se suma a otras anteriores organizadas por la ADA, el Museo Larreta y el Museo Nacional de Bellas Artes, así como las realizadas en varias ciudades de España.
Alejandro Sirio y la edad de oro del arte gráfico argentino, desde hoy a las 18 hasta el 5 de octubre en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), con entrada gratis.