“No soy un héroe. Soy amigo. Y soy bombero”. Así comienza el relato más humano detrás de una tragedia: la desaparición y muerte de Ezequiel Matías Vergara, el joven de Villa La Angostura que había sido visto por última vez el 21 de marzo. Su cuerpo fue hallado el domingo, tras una intensa búsqueda que tuvo su punto más profundo no en la tecnología ni en los operativos oficiales, sino en la voluntad de un amigo que no se rindió.
Ismael Ayala, bombero voluntario y compañero de vida en un pueblo donde todos se cruzan más de una vez, publicó una carta que conmovió a la región. Allí reconstruye la búsqueda, pero sobre todo, la decisión de honrar un vínculo que iba más allá de los uniformes.
“Lo conocí por la vida, por esas vueltas que da el pueblo. Tenía una conexión con la montaña que lo marcaba, que lo definía”, escribió. Junto a su hermano y al tío de Ezequiel, Pablo —también amigo cercano—, empezaron a trazar el mapa emocional que los llevó a internarse en el terreno que el joven solía recorrer.
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Cuando el tío no pudo seguir, Ismael continuó solo. Poco después, encontró la mochila, luego huellas, y más adelante, la campera de Ezequiel. Fue allí donde la montaña cambió de tono: el silencio se volvió pesado, y cada paso, más difícil.
“Cada paso era una mezcla de tensión y esperanza. El terreno se volvía escarpado, peligroso. Decidí bajar por la otra ladera. Y ahí estaba. A menos de un metro. El cuerpo de Ezequiel”, relató.
No hubo gritos, ni festejos. Solo silencio y respeto. Ismael volvió por el mismo camino y notificó a la policía. Su única motivación era darle a la familia la posibilidad de despedirse.
Apareció calcinado el cuerpo del joven buscado desde el domingo en Chile
“No buscaba reconocimiento. Solo quería ayudar. Hoy me queda la tranquilidad de haber hecho lo correcto. Y el dolor inevitable de perder a un amigo”, cerró Ayala, quien recibió una distinción de los Bomberos de Villa La Angostura.