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Edith Piaf y La foule: el clásico francés que en realidad nació en la Argentina

Durante décadas se la escuchó como un emblema de la chanson francesa. Pero La foule, uno de los grandes clásicos de Edith Piaf, no nació en París. Su melodía tiene origen argentino y una historia de viajes, apropiaciones y cambios de identidad que explica por qué el mundo la canta como propia.

Hoy se cumplen 110 años del nacimiento de Edith Piaf y vuelve a circular una de esas historias perfectas para discutir identidad cultural: La foule, ícono francés, tiene música escrita en el Río de la Plata. En el camino aparecen un simple que viajó de mano en mano, una visita de Piaf a Buenos Aires y una decisión clave que cambió todo: no traducir la letra original, sino escribir otra desde cero.

Edith Piaf, con actitud, sensibilidad y toda la voz. Sigue siendo una referencia ineludible de la canción francesa.

“La foule” y “Que nadie sepa mi sufrir”: la historia detrás del clásico

Podría pasar desapercibido, pero no es un detalle menor: la música de La foule no fue compuesta en Francia. Es la misma de Que nadie sepa mi sufrir, también conocida como Amor de mis amores, escrita en 1936 por dos argentinos, Ángel Cabral y Enrique Dizeo.

Edith Piaf es sin dudas la cantante símbolo de Francia.

La canción empezó su recorrido en el Río de la Plata, circuló por radios y discos de la época y encontró una de sus versiones más populares en la voz de Alberto Castillo. Fue esa grabación la que, años después, llegó a oídos de Edith Piaf durante una de sus visitas a la Argentina.

De “Que nadie sepa mi sufrir” a “La foule”

Cuando Piaf decidió grabarla, no tradujo la letra original ni intentó adaptarla. Hizo algo más radical: conservó la música y pidió una letra completamente nueva. El encargo fue para Michel Rivgauche, y el resultado fue La foule, un drama de encuentro y pérdida en medio de una multitud.

La operación fue tan efectiva que la canción quedó definitivamente asociada a Piaf. La versión francesa eclipsó al tema original y lo resignificó: ya no se trataba de un lamento amoroso íntimo, sino de una tragedia empujada por el movimiento de la gente.

Los autores argentinos detrás del clásico

Ángel Cabral —hijo de un guitarrista de Carlos Gardel— y Enrique Dizeo tenían una obra extensa dentro del tango y la música popular. Que nadie sepa mi sufrir no era estrictamente un tango: se movía entre el vals y el aire afroperuano, una mezcla que ayudó a que la melodía viajara con facilidad.

El éxito internacional de La foule terminó beneficiando, aunque tardíamente, a Cabral, que recibió derechos por la difusión global de la canción. Siempre dijo no entender del todo por qué ese tema, entre tantos, había llegado tan lejos.

Edith Piaf y una canción sin pasaporte

Después de Piaf, la melodía siguió multiplicándose. En México se volvió ranchera y fue adoptada como propia. En Perú se la reclamó como vals nacional. En Argentina reapareció una y otra vez en versiones de tango, folklore, cumbia y cuarteto.

Edith Piaf. Foto de archivo

Hoy se contabilizan más de 700 grabaciones distintas. La lista cruza géneros y décadas: desde Hugo del Carril hasta Soledad Pastorutti, de Julio Iglesias a Los Lobos, de La Sonora Dinamita a Omar Mollo.

Versiones famosas y rarezas: cómo “La foule” se volvió un hit sin idioma

Lo más llamativo de esta melodía es su elasticidad: puede sonar a tango, vals, ranchera, cumbia o milonga sin perder identidad. Por eso, después de Piaf, Que nadie sepa mi sufrir/La foule siguió multiplicándose en voces y géneros muy distintos. Algunas versiones se volvieron masivas; otras son pequeñas joyas para curiosos.

Edith Piaf posa en el crucero Queen Elizabeth al llegar a Nueva York en 1947. Foto AP
  • Alberto Castillo: la versión argentina que llegó a oídos de Piaf.
  • Soledad Pastorutti: el revival popular que la devolvió al centro en los 90.
  • Julio Iglesias: una adaptación en italiano, ideal para medir cómo cambia el clima con otro idioma.
  • Los Lobos: cruce acústico inesperado desde el rock chicano.
  • La Sonora Dinamita: la melodía llevada directo a la pista.
  • Omar Mollo: lectura milonguera/tanguera con ADN porteño.
  • Lila Downs, Raphael y Plácido Domingo: grandes voces, cada uno con su estilo.

Por qué sigue volviendo «la foule»

La foule suena francesa, pero no pertenece a un solo lugar. Es una canción que cambió de letra sin cambiar de música, que viajó sin perder identidad y que terminó convertida en patrimonio emocional de varios países.

Tal vez por eso sigue reapareciendo. No como una reliquia, sino como una melodía que el mundo sigue empujando, de un idioma a otro, como en la pista de baile que la hizo famosa.

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