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Los cambios que llevaron a Armani a mejorar en los penales a los 38 años

«¡Claro, Pulpo!”, postea Dibu Martínez desde su hogar en Birmingham al ver a un tipo al que quiere muchísmo llorando en un abrazo con Enzo Pérez. Ese tipo es Franco Daniel Armani. Héroe de River en los penales. Título que se hizo desear, esquivo al punto de la injusticia. Pero que la tendencia -y su esfuerzo constante- marcaban que estaba al caer.

Porque -parafraseando a Dibu- Armani lo tenía claro. Cuando el Chili dijo emocionado que sabía que el de los penales era “un punto a mejorar ” y que está transitando “ese camino”, el arquero mezcló catarsis con revelación. Porque, decidido a seguir creciendo a los 38 años, el campeón del mundo y tercer arquero en actividad con más títulos ganados (26) trabajó en el Camp para achicar el margen de error.

Y ese esfuerzo propio, que contó con el apoyo del entrenador del área (Tato Montes) y del staff de Neurociencias del plantel que habitualmente también ejercita con los arqueros, surtió efecto.

Porque Armani desvió cuatro de los 16 tiros que le patearon en el año: dos frente a Talleres (Cristian Tarragona y Ulises Ortegoza), otro más ante Platense (a Juan Saborido; le tapó uno a Franco Zapiola aunque adelantándose levemente y la ejecución se repitió) y el último y más valioso, a Marcelo Fernández, de Libertad. Así, logró un nivel de efectividad del 25% que estuvo complementado por tres chutes afuera (dos pegaron en el poste; el otro, en los carteles).

El análisis de su crecimiento

Franco Armani –  

El análisis de las definiciones de Armani: atajadas y muchos aciertos

Video: TNT Sports, CONMEBOL Libertadores, ESPN

Pero Armani no atajó al azar. No improvisó. Todo lo contrario: la lectura del Pulpo en los penales mejoró. Y eso se desprende del análisis de su performance: entre las tres series de definición y el tiro que le pateó Yusuke Matsuo en tiempo regular frente al Urawa Red Diamonds, Franco acertó la dirección de los remates en nueve oportunidades. El equivalente al 56%.

Ese dato está por encima de su marca en el club: hasta diciembre de 2024, Franco había acertado el lado en el 38% de los remates (27) y atajado sólo diez (14,3%).

Además, también entendió los momentos de las series frente a Talleres y Libertad: se quedó parado para reaccionar ante eventuales tiros al medio de Gastón Benavídez y Diego Viera. Y, si bien los bombazos acabaron en gol, la decisión era acertada: sólo le faltó pericia milimétrica.

Sus movimientos sobre la línea para intimidar al que ejecuta, su potencia de piernas y tensión exacta para atorar los remates y la paciencia para esperarlos sin tirarse antes de tiempo le permitieron a Armani mandar al archivo aquella mala racha de ocho definiciones consecutivas perdidas. Otra caída más lo hubiera dejado a una del récord negativo de Ángel Comizzo (10).

La moneda, en términos del propio Marcelo Gallardo, cayó del lado de River en los penales. Un equipo cuyos pateadores esta vez complementaron la tarea de Armani, eximido de responsabilidades en la eliminación ante Platense en el Clausura y en la final de la Supercopa ante Talleres. Él ya había empezado a dar indicios de ese crecimiento que quedó premiado en la Copa Libertadores.

En ese torneo que Armani desea ganar por tercera vez. Y donde se anotó una marca positiva: ningún otro arquero de River había ganado dos series en el torneo más prestigioso de Conmebol (la anterior, también en octavos pero en la edición 2019, ante Cruzeiro en Belo Horizonte).

La leyenda continúa (sumando capítulos)

La tapada clave de Armani. Prensa River.

La leyenda de Franco se agigantó. Sumó otro capítulo dorado que el Pulpo deseaba incluirle a su libro de historias: en Atlético Nacional, por caso, había logrado detener 16 tiros de 85 (otros diez habían salido desviados). En privado, sin llegar a ser una deuda pendiente, era algo que quería refrendar en Núñez. En el club del cual es hincha. Donde eligió seguir hasta diciembre de 2026, cuando deberá tomar una decisión sobre su futuro.

La institución a la que incluso reveló que desea ayudar a que se genere una transición en el arco, entendiendo que habrá un día después de Armani como ocurrió con Barovero, con Fillol, con Amadeo. Y todo eso sin perder su vigencia ni su halo de heroicidad.

Y así, pasó de aquel “no me fue bien en los penales, es la realidad”, a quebarse en llanto en el corazón del Monumental. Como quien se deshace de cientos de kilos de lastre para, liviano, desahogarse y disfrutar con una sonrisa. Con lágrimas. Con felicidad. Claro, Pulpo. El camino estaba iniciado.

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