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Entrevistó a su abuela durante un año y medio y sin darse cuenta dejó un gran regalo para su familia: Tenerla viva era un tesoro

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“Margot era una mujer de gran carácter, decidida, voluntariosa. Nunca se mostraba vulnerable, pocas veces la vi emocionarse. Era muy segura de sí misma. Había sido bastante rígida con sus hijos, pero con los nietos y bisnietos fue mucho más dulce. No hablaba de más, más bien de menos. Tenía personalidad de líder entre sus amigas y en la familia. Lo que ella decía y decidía era casi indiscutible. Demostraba su afecto no tanto en gestos y sonrisas, sino en acciones concretas como tejer en cantidad y variedad para todo el mundo, cocinarnos cosas ricas, cuidarnos, gestionar contactos y averiguaciones cuando había que ayudar a alguien”.

A los 11 años Lucía Herrera, una de las nietas de Margot, regresó de México (país donde vivía desde que tenía 2) a la Argentina y comenzó a recuperar el tiempo perdido con su abuela. La ayudaba con las tareas de la casa, compartía tardes de charla, clases de tejido y recetas de cocina, entre otras cosas.

Margot, cuenta Lucía, tenía valores humanos muy “férreos”, como la solidaridad y la honestidad, y predicaba con el ejemplo de lo que ella consideraba que era correcto. Había sido voluntaria en Casa Cuna durante más de 30 años, presidente de la Liga de Madres de Familia y, además, colaboraba con DAVOSAN (Dadores Voluntarios de Sangre).

“Por su situación económica podía haberse dedicado a placeres más mundanos, pero despreciaba el individualismo y el hedonismo. Creo que encontraba mucho placer en ayudar y sentirse útil”, rememora Lucía.

Margot se había casado con Alberto Antonio Lodieu, con quien tuvo cuatro hijos. Sin embargo, la felicidad no duró mucho tiempo. Una tarde se encontraban los dos solos en una casa en las islas del Tigre cuando, de repente, él falleció de un paro cardíaco, como consecuencia de su adicción al cigarrillo.

. A ella le gustaba mirar fotos viejas, era algo que la ponía de buen humor y recordaba casi todo. Siempre fue muy lúcida y memoriosa, hasta sus últimos días”.

“Ella no hablaba mucho del tema. Enviudó joven y con cuatro hijos. Tuvo que tomar dos trabajos para mantenerlos, y también a su madre y su tía con quienes convivían”.

Más allá de que Lucía está convencida que de chica y adolescente no era la nieta preferida porque había sido criada de una forma muy distinta a sus creencias, la respetaba mucho por esos valores humanos que la definían. “Mis primas se casaban y tenían hijos, y yo viajaba de mochilera por ahí, con distintos novios. Nunca me dijo nada al respecto, pero creo que habrá respirado aliviada cuando, al fin, a mí me pintó la loca idea de formar una familia”.

La hija de Lucía nació con una enfermedad congénita y Margot se involucró de una manera muy especial en su recuperación. Entre otras cosas, rezó muchísimo por ella.

“En mi familia decimos que deberían nombrarla beata porque hubo varios milagritos en los que ella tuvo mucho que ver. Estos desafíos con mi hija nos unieron más y al mudarme cerca de su casa pudimos compartir más tiempo y vivencias. Tengo los más lindos recuerdos de esa época, eran de igual a igual, a pesar de la distancia generacional. Yo sabía que tenerla viva era un tesoro y simplemente compartir una merienda, jugar a las cartas, o incluso un rato en silencio eran momentos únicos”.

Margot y su esposo de vacaciones en Mar del Plata.

En 2011 Margot tenía 98 años y Lucía 38. Por entonces, iba a visitar a su abuela junto con su pequeña hija. Y, casi sin pensarlo, comenzó a grabar las charlas que tenían. Fueron muchas horas de conversaciones, recuerdos y anécdotas que se convirtieron en 12 cassettes de Mini DV a lo largo de un año y medio de entrevistas.

“No lo pensé ni lo planifiqué demasiado. Tenía una cámara, un gran personaje y ganas de atesorar su recuerdo y de que mi hija y los más pequeños de la familia tuvieran un registro de ella viva, de su historia contada en su propia voz. Mi abuela lo tomó con total normalidad y un poco de resignación porque no le gustaba mucho hablar de ella y, sobre todo, ciertos temas eran difíciles de abordar”.

Margot, Marité, Lucía y Guadalupe.

Una de las cosas que más le llamaron la atención a Lucía fue lograr que Margot le contara algo que tenía muy bien guardado: durante mucho tiempo tuvo la fantasía de volver a ver a su propio padre, quien había fallecido en Francia durante la Primera Guerra Mundial cuando ella tenía apenas dos años. “Después de muchas repreguntas me confesó que durante mucho tiempo fantaseó con que la noticia de la muerte de su padre hubiera sido una equivocación y él estuviera vivo, perdido por ahí. Además, me sentí muy identificada porque yo también perdí a mi padre siendo muy pequeña y esa ilusión, más o menos consciente, era compartida”, confiesa Lucía.

En uno de esos encuentros Lucía y su abuela estaban mirando unas fotos de distintas épocas que ella guardaba e iba ordenando. “Estaba de visita mi tía y una sobrina de mi abuela, y fue un gran momento en el que afortunadamente yo estaba con la cámara encima y las pude grabar compartiendo sus recuerdos, nombrando a quienes aparecían en las fotos y reconstruyendo los contextos de cada imagen. A ella le gustaba mirar fotos viejas, era algo que la ponía de buen humor y recordaba casi todo. Siempre fue muy lúcida y memoriosa, hasta sus últimos días”.

Festejando su cumpleaños 95 con amigas.

Margot falleció el 18 de diciembre de 2013 a los 99 años. Habían pasado 10 de su muerte y los cassettes con las entrevistas estaban guardados en un placard de Lucía. Un día, cuenta, decidió digitalizar todo para armarle un videíto a su hija que cumplía años. Y poco tiempo después se enteró del proyecto El docu de tu vida y no lo dudó: era la oportunidad para editar el material de su abuela y compartirlo con toda la familia.

Margot con su bisnieta Guadalupe, la hija de Lucía.

El Docu de tu Vida es un servicio de filmación especializado en recuperar los recuerdos y experiencias de las personas mayores para convertirlos en una película documental. “Buscamos rescatar la memoria oral, la historia familiar y la experiencia de las personas mayores, que creemos que es muy valiosa, explica Paula Kleiman, realizador a y una de las integrantes del proyecto, y agrega: ”En una sociedad donde la vejez se vive como algo negativo, buscamos rescatar esa sabiduría que nos pueden transmitir, es muy importante para comprender nuestra propia historia y para mirar el futuro sin miedo. Nos especializamos en hacer documentales biográficos sobre personas comunes, relevando todo el material de archivo, entrevistar a la persona y editar una pieza de más o menos media hora de duración”, explica.

«Lo más importante es que siento mucho orgullo por ella, y me da mucha satisfacción reflejarlo en un material que quedará disponible para su descendencia».

Lucía se propuso conservar ese material: “Para compartir a mi abuela con quien quisiera recordarla o conocerla. Para hacerle un homenaje desde mi cariño y admiración. Para traerla un ratito al presente, allí tejiendo y conversando en su sillón”, dice. Y agrega: “Mis herencias materiales de la abuela son cucharones y ollas, platos, agujas de tejer y un par de muebles. Pero los más valiosos e intangibles son los recuerdos, el testimonio de su vida y el legado de su personalidad. Eso es lo que quería inmortalizar”.

¿Qué sentiste al haber dejado este hermoso recuerdo de tu abuela?

Lo más importante es que siento mucho orgullo por ella, y me da mucha satisfacción reflejarlo en un material que quedará disponible para su descendencia. Siento que cumplo con la hermosa tarea de hacer el puente para que la conozcan y se reconozcan.

Margot rodeada del afecto de parte de su familia.

¿Qué significaba Margot para tu familia?

Ella era el motor, la que nos reunía. Era a quien recurríamos para orientarnos ante cualquier dilema. La que “tenía el celular de Dios” si lo que necesitábamos estaba fuera de las manos humanas. Era la memoria, la que se sabía los cumpleaños de todo el mundo, o donde podía estar tal objeto perdido. Era el abrigo, el lugar seguro donde siempre había una taza de té, unas tostadas y un suéter que te iba justo.

¿Qué hubiera dicho o cómo hubiera reaccionado ella (si estuviera viva) al ver el documental?

Primero que nada, creo que le hubiera dado bastante pudor porque era una persona que, si bien agradecía los reconocimientos, rechazaba el personalismo. Supongo que con el mismo material hubiera hecho otra edición. Hubiera hecho una selección muy distinta, más “correcta”, según su propio relato y sus creencias. Pero el documental refleja mi mirada, es subjetivo. Es la mirada de una nieta un poco díscola, que no siguió al pie de la letra sus mandatos formales. Pero que, a pesar de todas las diferencias, la admira y la adora, y creo que eso ella lo sabía. Supongo que, al fin y al cabo, dada esa personalidad comprensiva que ella tenía, después de verlo un par de veces acabaría por aceptar el documental como “algo que hizo mi nieta con buenas intenciones”.

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