Lolín Rigoni, símbolo incansable de la lucha por los derechos humanos en el Alto Valle, falleció este martes a los 100 años. La noticia fue confirmada por sus familiares directos, quienes destacaron que, a pesar de su longevidad, seguía firme en sus convicciones: incluso hasta marzo de este año participaba activamente de las emblemáticas rondas de los jueves en el monumento a la Madre, ubicado en pleno centro de Neuquén.
Sus últimas apariciones públicas fueron durante el verano, en los tradicionales encuentros del tercer jueves de cada mes. Allí, en torno al pañuelo blanco que simboliza la búsqueda de justicia, caminó una y otra vez alrededor del monumento situado sobre la avenida Olascoaga. Ese espacio quedó marcado por sus huellas y las de tantas otras mujeres que, como ella, transformaron el dolor en acción política.
El pasado 30 de abril, al cumplirse un nuevo aniversario de la creación de Madres de Plaza de Mayo, Lolín hizo llegar un emotivo mensaje al auditorio colmado del Aula Magna de la Universidad Nacional del Comahue. A través de ese saludo, transmitió su histórico reclamo de verdad y justicia, pero también alentó a las nuevas generaciones a continuar la lucha que a ella le llevó más de medio siglo.
La historia de Lolín estuvo signada por pérdidas irreparables. Durante la última dictadura cívico-militar, su hijo Roberto fue secuestrado y asesinado. También tuvo que afrontar la muerte de su compañero de vida, Helvecio Alberto “Toto” Rigoni, y la de su otro hijo, Ricardo. En este 2025, tampoco estaba a su lado su entrañable amiga Inés Ragni, la otra Madre neuquina que falleció meses atrás, ni su esposo Oscar, que la acompañó durante años en las marchas.
No obstante, quienes la conocieron resaltan que su aparente fragilidad física contrastaba con una lucidez y una fortaleza que permanecieron intactas hasta el final. Fue esa misma fuerza la que la llevó, el 30 de abril de 1977, a reunirse por primera vez con otras Madres en Plaza de Mayo, y que la convirtió en una de las organizadoras del primer acto público de denuncia en Neuquén, realizado en agosto de 1980.
El crimen de su hijo Roberto marcó un antes y un después. El 16 de abril de 1980, Roberto fue detenido en una casa de militantes ubicada en Isidro Casanova, partido de La Matanza, durante un operativo militar. Cuatro días después, su cuerpo fue hallado abandonado al costado de la ruta provincial 21, a la altura de González Catán. A partir de ese momento, la vida de toda la familia Rigoni cambió para siempre.
Ese dolor personal llevó a Lolín a contactar a otras mujeres que atravesaban tragedias similares. Historias que se repetían con una crudeza intolerable: hijos desaparecidos, cuerpos que aparecían mutilados o no aparecían nunca, y una sociedad que, en muchos casos, prefería mirar para otro lado. Con esas otras Madres, construyó una red que no sólo hizo visible la represión ilegal, sino que logró mantener viva la memoria y sostener el reclamo de justicia durante décadas.
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