Las calles de Birmingham, en Inglaterra, volvieron a vibrar con los acordes eternos de Black Sabbath, pero esta vez no fue por un recital, sino para despedir al ícono del heavy metal, Ozzy Osbourne, fallecido el 22 de julio a los 76 años. El desfile fúnebre en su honor se convirtió en un acto de masas: miles de fans, música a todo volumen y una ciudad rendida ante la figura del llamado «Príncipe de las Tinieblas», que dejó su última huella en Broad Street, la arteria simbólica donde comenzó todo.
En ese contexto de pura emoción reapareció Sharon Osbourne, la mujer que compartió su vida y su carrera durante más de cuatro décadas. A sus 72 años, la también exmánager del cantante bajó del vehículo fúnebre flanqueada por sus hijos Aimee, Jack y Kelly.
La escena fue conmovedora: Sharon, frágil y visiblemente desbordada por el dolor, apenas podía caminar. Sus hijos la sostenían de los brazos, mientras las multitudes le gritaban mensajes de afecto que ella apenas lograba registrar entre lágrimas.
El momento más potente se dio en el emblemático puente Black Sabbath, donde la familia decidió hacer una parada para homenajear al eterno Ozzy. Rodeada de ofrendas florales, fotos, cartas y objetos de devoción que habían dejado los fans desde que se conoció la noticia de su muerte, Sharon se quebró por completo.
Con un pañuelo intentó secarse las lágrimas antes de colocar una rosa junto al resto de los tributos. Fue su manera de agradecer, de decir presente, y de cerrar una etapa que marcó a toda una generación.
Junto a ella estuvieron también Louis, hijo de Ozzy fruto de su primer matrimonio, y varios nietos y familiares políticos. Kelly y Jack, quienes alcanzaron notoriedad mundial durante la época del reality The Osbournes, se fundieron en un abrazo fraternal cuando los sentimientos los desbordaron. Ella eligió el negro riguroso para la ocasión, con un guiño especial a su padre: llevaba unas gafas redondas de cristal oscuro, como las que él solía usar.
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