La tragedia que ocurrió el jueves 4 de julio con trabajadores de la empresa Pecom en una ruta neurálgica de Vaca Muerta volvió a poner en primer plano la crisis de infraestructura vial que atraviesa la cuenca hidrocarburífera neuquina. No se trata de un hecho aislado: en lo que va de 2025 se registraron al menos cinco muertes y más de 50 siniestros viales en rutas petroleras clave como la 7, entre San Patricio del Chañar y Rincón de los Sauces. Esta semana, el hecho provocó dos fallecimientos (un trabajador petrolero y el conductor del otro vehículo) y varios heridos.
Este escenario se da en paralelo a la mayor producción de gas y petróleo de la historia de Neuquén, con exportaciones que superan el 60% de la producción de algunas operadoras y obras en marcha para expandir gasoductos, oleoductos y terminales. Sin embargo, el crecimiento de la cuenca no se ve acompañado por inversiones proporcionales en seguridad vial ni planificación territorial.
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Las rutas están congestionadas por camiones, pickups, combis y vehículos particulares que circulan las 24 horas, muchas veces en condiciones precarias, sin iluminación ni señalización adecuada. Las picadas petroleras se suman al trazado principal sin orden, y la falta de control agrava los riesgos. Las causas de los siniestros se repiten: invasión de carril, fatiga al volante, baches, calzada sin demarcación, y maniobras bruscas de conductores imprudentes.
La respuesta institucional llegó en forma de declaración de emergencia vial por parte del gobierno de Neuquén. Se creó un consejo interinstitucional con participación de gremios, empresas y organismos de seguridad vial, y se anunció un plan con medidas de corto plazo: restricciones horarias para camiones, instalación de señales LED, controles cada 10 kilómetros y reordenamiento de picadas. También se previó construir un tercer carril modular en tramos críticos, sin necesidad de duplicar calzadas.
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Uno de los proyectos clave es el bypass de Añelo, un tramo de 51 kilómetros financiado con un fideicomiso público-privado que compromete unos 50 millones de dólares aportados por diez operadoras. La obra está a la espera de una formalización jurídica para comenzar. A la par, se analiza la construcción de carriles adicionales entre San Patricio y Tratayén, y mejoras en el tramo Añelo-Cutral Co. No obstante, ningún proyecto tiene fecha de inicio confirmada.
El cuadro se agrava si se tiene en cuenta que los corredores viales actuales son los mismos que hace una década, cuando la cuenca apenas comenzaba su despegue. La proyección de exportaciones de GNL, el ingreso de nuevos operadores internacionales y la ampliación de redes de transporte exigen una logística segura y eficiente. Sin rutas adaptadas, el riesgo de siniestralidad se multiplica, al igual que los costos operativos para las empresas y los riesgos laborales.
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La cuenca Vaca Muerta concentra el 48% de la producción total de petróleo del país y el 60% del gas, según datos de la Secretaría de Energía. Pero su infraestructura vial sigue sin acompañar ese crecimiento. La falta de inversión en caminos, banquinas, rotondas, señalización, alumbrado y controles de tránsito pone un límite real al modelo exportador que se proyecta desde el discurso oficial.
Mientras se busca atraer capitales, firmar acuerdos de largo plazo y consolidar obras estratégicas para la exportación, las rutas de Neuquén y Río Negro evidencian un rezago estructural. El desbalance entre desarrollo productivo y seguridad vial plantea una advertencia concreta: sin infraestructura, el futuro exportador podría no pasar de una declaración de intenciones.