Un sacerdote poco convencional. Esa sería la mejor definición del Padre César, conocido como «El Cura Rockero». Su nombre completo es César Scicchitano Tagle. Y pese a ejercer una vida clerical, su pasión por el rock tiene la misma importancia que cuando realiza misas para feligreses, desde 1996, en la parroquia Sacrantísimo Corazón de Jesús, en Villa Luro.
Sin embargo, el encuentro con el cura del rock nacional se produce en otro barrio y en un convento que alberga a monjas mayores de 95 años, frente a la Plaza de Pappo, en La Paternal.
La pregunta obligada es por qué nos recibe en ese espacio en vez de hacerlo en su iglesia de siempre.
“Porque vengo todos los días a ofrecer la misa para las madres superiores. Aprendo de las personas mayores. Acá hay una hermana que refugiaba a chicos en época de dictadura en Córdoba. Y en Nicaragua, en tiempos de violencia, sobre un jeep, rescataba a gente en peligro. Aprendo de sus vidas, de las que están postradas y no viven amargadas por sus dolencias”, responde.
Así es el Padre César: misericordioso y agradecido con la vida que elige.
El mensaje del nuevo disco
Por estos días, César se encuentra feliz porque editó un disco con alta repercusión, a través de un sello multinacional.
“La vida es un Cambio de planes -tal como se llama el álbum-. Es que el día comienza de una manera y de repente toma otra forma. Por ejemplo, terminás de laburar y te encontrás haciendo otra cosa que no planeabas. Eso nos hace sentir vivos. La vida con sorpresa es entretenida”, argumenta.
No termina allí su análisis sobre el mensaje que pretende dar a través de su álbum nuevo: “A ver, cambiar de plan, más allá del disco, es un llamado a un cambio de vida profunda, no hacia lo superficial. Uno se tiene que hacer cargo de la vida que lleva. Por ejemplo, a mi última presentación, nadie de mi parroquia vino, pero yo siempre voy a estar con ellos cuando lo necesiten. Por ahí va el asunto”.
El sacerdote y músico no apela a evangelizar por separado desde la música y el estrado, pues lo suyo, según relata, siempre fue de la mano.
“Yo no trabajo de buena persona, de estar mejor que el otro. Lo mejor que le puede pasar a un ser humano es encontrarse con otro ser humano para aprender. Las caídas forman parte de la vida, vamos aprendiendo”, explica.
Y continúa: “Yo voy con lo propio, con lo que me interesa. Compongo tango, folklore y rock. Incluso compuse para Monseñor Angelelli, de la provincia de La Rioja”.
Sin embargo, Scicchitano se hizo popular a través del rock & roll, cuyo estilo dice llevar en la sangre.
“Dejé de tocar un tiempo cuando estaba en el seminario hasta que el padre Oscar Delfino me reconoció: ‘A vos te conocí con cabello largo y pilcha de cuero, cuando me ocupé de las luces en un recital tuyo’. Pero ahí no terminó todo: el Padre Segade, arreglador de la Misa Criolla, me llevó a estudiar piano y de ahí al Coro Polifónico”, cuenta.
Amigo de rockeros y del Papa
Lo más llamativo sucedió después, cuando empezó a vincularse con el mundillo del rock argentino, incluso sucedió primeramente cerca del altar de su parroquia de referencia.
“Una vez cayó el Negro García López, guitarrista de La Torre y de Charly García, con quien nos conocíamos de mucho antes, del barrio donde ambos parábamos, entre Flores y Floresta. Es que antes yo andaba por la calle, levantaba quiniela clandestina en un bar en Concordia y Gaona, donde nos conocimos. Lo mío es y fue siempre el empedrado. Mi templo es la calle”, asegura sin sonrojarse.
Esa dualidad suya entre calle y templo de la que hace mención desde hace bastante tiempo es conocida por el Papa Francisco, con quien trabó amistad, además de haberlo acompañado musicalmente en una misa que ofreció cuando aún era Jorge Bergoglio.
“La nuestra fue una relación como de padre e hijo. Me ayudó a desplegar las alas. Me aceptó y no me encasilló. Para que te des una idea, a diferencia de otros curas, yo vivo en mi casa, donde tengo mi estudio. Inclusive no me cambian de parroquia por mi actividad”.
Asimismo, esa amistad que conlleva con el mayor representante de la iglesia católica en el mundo lo llevó a tocar, nada más y nada menos, que a Roma.
“Fuimos a tocar por la Jornada Mundial de la Paz en 2014. Conversamos, aunque hoy es difícil que charlemos mucho porque tiene demasiadas responsabilidades, no es como en otros tiempos. Antes, una vez, lo acompañé al barrio de Constitución y toqué una canción luego de su oratoria, o sea fui como telonero suyo. Me pidió que escriba una canción para los cartoneros y otra para las prostitutas, desde el amor. Y lo hice”, rememora.
Esa conexión con el rock de la que muchos sacerdotes y fieles fueron testigos con el paso de los años fue creciendo a pasos agigantados.
A tal punto que el cura rockero se introdujo en el círculo más cercano de Norberto “Pappo” Napolitano tras su muerte, en la ceremonia que se realizó para despedir sus restos, en el Cementerio de Chacarita.
“No llegué a conocerlo en vida, pero siempre lo admiré, desde adolescente. Y cuando falleció me mandé a Chacarita para colaborar. Como noté que el párroco se asustó cuando vio a todo el público de rock, le dije que se quede tranquilo que yo haría la misa y la bendición”, describe.
Piensa unos segundos y prosigue: “A partir de ahí empezó mi relación con los motociclistas, también con su hermana Liliana y su hijo Luciano. Fue ese mismo día que un periodista me vio y me apodó como El Cura Rockero”.
Luego, llegó la relación con grandes rockeros de la escena nacional, con quienes se dio el lujo de tocar y de entablar amistad.
Tal es el caso de Rolo Sartorio de La Beriso, a quien acompañó en un momento muy difícil de su vida. “Le hice una bendición en el camarín antes de un show que hicieron en el estadio de Ferro. Siempre nos hablamos con Rolo, es un amigo muy querido. También fui a acompañarlo cuando falleció su papá, estuvimos juntos en el Cementerio de Avellaneda”.
Lo mismo sucedió con Pity Álvarez, otro de sus grandes amigos de la escena nacional, a quien nunca dejó de lado pese a que cayó preso por un asesinato en el Barrio Samoré.
“Se dio una linda relación entre nosotros. Capté su alma pura, me di cuenta que era honesto, que no era de hablar por atrás. El día que nos conocimos, me saludó normalmente, no de manera rara por mi investidura. Le conté que tocaba su canción Esta saliendo el sol y me dijo: ‘No sé si es el mismo Dios en el que creemos’. Me cayó bien y nos apoyamos mutuamente”.
-¿Cómo recibiste la noticia de cuando Pity mató a otra persona de un disparo?
-La recibí con mucho dolor, y también por la persona que falleció. Por otra parte, sé que ese día él no era él ese día. A su vez, pensé que si hubiéramos estado junto a él algunas personas que lo queremos, seguramente se podía evitar eso.
Yo me relaciono con un ser humano, no por lo que consume o no. Yo bajé 40 kilos. ¡Mi falopa era la harina!
Una canción con Pity
Respecto a drogas y consumo, el Padre César escribió una canción llamada Falopero y se la dedicó a su pare músico, Pity Álvarez. ¿Cuál fue su reacción al escucharla? El sacerdote lo resume:
“Fui a verlo a la clínica de adicciones y le conté que le dediqué esa canción, se la hice escuchar y le pregunté con quién le gustaría que la grabe. Y enseguida me respondió: ‘¡Conmigo!’”.
Ese fluido ida y vuelta entre el ex líder de Viejas Locas e Intoxicados nunca detuvo su andar a pesar de lo acontecido en 2018, tras el asesinato.
“Pity estuvo un tiempo viviendo en casa, dentro de su proceso de detención domiciliaria. Nos llevamos muy bien. Es un tipo muy profundo, conversamos sobre el proceso químico de las personas. A veces existían grandes silencios entre nosotros. De golpe él quería mirar a Los Simpsons y yo hablar por teléfono”, revela con naturalidad.
Y sigue: “Lo escuchaba cantar temas suyos y quedaba maravillado, porque muchas de sus canciones no las conocía y me parecen impresionantes. Hoy por hoy casi todos los días hablamos o voy a verlo. Si no, él me manda un whatsapp y me dice: ‘Te dejé un mensaje’, así es nuestra relación. Ahora se está recuperando, peleándola”.
También Juanse
Otra de sus grandes amistades es la que mantiene con Juanse, a quien conoció a través de una catequista de su parroquia.
“Yo estaba por tocar en el Teatro ND y había venido Rolo, estábamos en el camerino. De pronto apareció Juanse con su esposa. Claro, una catequista les regaló las entradas para que vengan. Entonces lo recibí y le pedí que suba a tocar, pero él me propuso hacerlo subiendo de entre el público. Y así sucedió”, narra.
Esa relación entre el cantante de Ratones Paranoicos y el sacerdote del rock argentino se acrecentó cada vez más.
“Nos hace muy bien estar juntos. Para él es muy importante comulgar. Algún domingo que Juanse llega de una gira, me acerco a su casa a las 11 de la noche. Comulga y hacemos alguna oración juntos. ¿Sabés que pasa? La fe y el rock & roll son el alma de su vida.
Tanto Juanse, como Pity, o bien Rolo de La Beriso, entre otros consagrados, participaron del último disco del Padre César. Para él, todo un orgullo.
Pese a contar con la dicha de codearse con popes del rock local, el sacerdote reflexiona acerca de su vida, con la humildad que lo caracteriza.
“Soy un agradecido por todo lo que me pasa, por los amigos, por el rock. La vida es una y uno la vive como puede. Nos enseñaron que a tal edad hay que tener un hijo, terminar el colegio, los mandatos sociales. Yo, por ejemplo, terminé la secundaria en 2022, cuando tenía que haberla terminado en 1982. Hoy estudio Counseling, para asistir a personas con crisis”, detalla.
-Por último, como sacerdote y músico: ¿qué lectura social hace de la actualidad?
-Solo puedo expresar lo que no me gustaría: que el sistema se armara solo para que la gente que puede y no para la que no puede, que se ahorre dinero pero que haya gente que se vaya a la cama sin comer, que los chicos no puedan contar con herramientas ni fuerzas para hacer un trap o un rap, que el dólar baje y que de un día al otro suba y destroce la economía de muchos, que cada vez haya más gente en la calle durmiendo, que cada vez haya más cartoneros en las calles de las ciudades, que no tenga un buen envejecer la gente que se jubile. Todo eso y más es lo que me dolería.