Medio Oriente siempre evoca aventuras. Aladino y la lámpara mágica, Alí Babá y los cuarenta ladrones, Simbad, el marino… y tantas otras historias que, por lo menos desde el 700, varias olas invasoras llevaron hasta las costas de Europa y luego, bastante después, migrantes y conquistadores echaron a rodar también hacia el Oeste, hasta las ciudades de América. Alli sobrevivieron, de boca en boca y noche tras noche, para dormir y hacer soñar con Oriente a los niños insomnes.
En ese oleaje entre Asia y el Viejo Continente, llegó hasta nosotros la increíble historia de un turco, Solimán el Magnífico, que comenzó su reinado avanzando sobre Europa central y convirtiendo en su bastión todo el Mediterráneo Oriental hasta el Golfo Pérsico.
Leyenda turca de sagas de capa y espada y de apasionadas historias de amor, el sultán que no dudó en estrangular a su propio hijo por no defraudar a Roxelana, su esposa preferida (una pelirroja cristiana ortodoxa, ex esclava del harén) fue uno de las tantos protagónicos que interpretó Halit Ergenç en este caso en la telenovela El sultán (2011) que se vio en Argentina por la pantalla de Telefé.
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
El Sultán: la telenovela termina pero la leyenda de Solimán es inmortal
A decir verdad, no fue tanto ese rol del sultán temible como el del empresario conquistador, Onur, el que hizo de Halit Ergenç un sex symbol otomano contemporáneo; papel que compartió con Sherezade (Bergüzar Korel) en Las mil y una noches. Los protagonistas de la versión moderna de Arabian nights se habían conocido en un set y terminaron en el altar.
“Los occidentales le tienen miedo a Turquía, pero no deberían”, lanza para romper el frío el turco Osman Sezener, tan hospitalario en su trono gastronómico de OD Urla, en Esmirna»
Adrián Suar trajo la serie a Canal 13 y en Argentina fue un éxito rotundo porque la pasión turca fue siempre arrolladora: no sólo desguazó reinos enteros sino también industrias; en este caso la de los culebrones, desplazando a los brasileños de los 80 y a los mexicanos en los 90.
Así las cosas, desde aquellas coordenadas lejanas esas imágenes recientes llegaron a las retinas argentinas, bajo el hashtag #turquía.
Después de Solimán, el Magnífico
“Los occidentales le tienen miedo a Turquía, pero no deberían”, lanza para romper el frío el turco Osman Sezener, tan hospitalario en su trono gastronómico de Urla (Esmirna).
Dueño del restaurante OD Urla, lo suyo no es el turbante sino el famoso gorro blanco, que a ojos de una mujer indefensa, occidental y cristiana, se ve bastante más amigable que el de los sultanes.
Onur y Sherezade, el amor triunfa y fue el programa más visto de la televisión argentina
Alto y atlético –como Onur y Solimán- Osman no deshonra ese pasado de gigantes. A él también le tiran las aventuras y se entregó de lleno al género épico. Y allí estábamos un puñado de periodistas de Occidente, invitados a Turquía por Turkish Airlines, escuchando su gesta sobre el murmullo de los olivares que agitaban los vientos alisios del Egeo.
Los mayores iconos de la tradición argentina son árabes
Osman, que nació en Izmir, donde se supone que vivió el poeta Homero -siete ciudades se disputan haberlo visto nacer; Esmirna es una de ellas-, autor de Ilíada y Odisea, mentor de la épica literaria, inició su viaje de iniciación gastronómica en su ciudad natal, en el İzmir American College; continuó con estudios de Turismo y Gestión Hotelera en la Universidad Bilkent; y culminó en Estados Unidos, graduándose en New York French Culinary School.
OD Urla fue su sueño hecho realidad, a 30 minutos de Esmirna y a 4 horas de Estambul, cuando en 2018 reconvirtió la pizzería familiar Venedik en un restó vibrante que adoptó los dos preceptos filosóficos que rigen la vanguardia gastronómica: «de la granja a la mesa» y «residuo cero» en la cocina.
La fidelidad de Osman con su ideario no parece una puesta en escena; irradia la determinación de su estirpe guerrera. Lo habrán notado los sibaritas de Michelin que cayeron de incógnito a comienzos del 2024 para concederle la segunda estrella que un restaurante ganó en todo Turquía.
Son árabes varios iconos y sabores de la tradición argentina
Su trabajo y su lucha regó todo lo que rodea a su campiña de 30 mil metros cuadrados: un jardín de 400 flores comestibles –la del zapallito cretense es la más popular en Turquía-; una enorme granja de miles de pollos, 200 cabras y 12 vacas propias; un centenar de mesas atendidas por un centenar de mozos; hileras interminables de laureles y olivares; una huerta propia que hace nacer 60 tipos de productos exclusivos; una ética empresarial que da trabajo y reaseguro económico a los productores locales; y una carta de vinos locales e internacionales que orgullosamente incluye espumantes argentinos de Chandon y tres Malbec de Catena Zapata, Terrazas de los Andes y Riccitelli.
“Lo que define un plato es el aceite”, sentencia Osman con la misma precisión con la que Solimán clavaba su espada. OD Urla ofrece, junto a sus platos y sus vinos, una carta de aceites con exquisiteces como el aceite de hojas de higo.
Así, sentarse a comer en ese vergel bajo la luna de Esmirna es un estallido de texturas, sabores y colores donde aceptar nuevos placeres (el puré puede ser frío y el aceite, tibio) que vienen con carnes de toda procedencia, peces mediterráneos, langostinos con salsa cítrica, pastas diminutas, frutillas y crema de albahaca y otras combinaciones tan impensadas como deslumbrantes. Por 82 euros por persona y vinos que sumarán otros 50 euros, este paraíso turco es accesible para los bolsillos argentinos.
El hedonismo, en definitiva, marcó el fin de la gloria griega, y tal vez haya sido también la razón del ocaso otomano. Ambos destinos, emparentados, siempre despertaron pasiones»
Y allí estábamos los periodistas en esa corte de sabores hilando cabos. Pocas horas antes, Turkish Airlines nos había llevado hasta Estambul para presenciar el lanzamiento mundial de Tomorrow on Board, una propuesta empresarial de la compañía aérea que simboliza el nuevo horizonte que está posicionando de otro modo a la cultura turca en el futuro. Su nueva estrategia de batalla no serán las armas, claro, sino las pasiones, como con visión lo anticipó Antonio Gala en La pasión turca (1993) que Netflix lleva a la pantalla -a pesar de que ya tuvo su versión fílmica. No es casualidad.
El hedonismo, en definitiva, marcó el fin de la gloria griega, y tal vez haya sido también la razón del ocaso otomano. Ambos destinos, emparentados, siempre despertaron pasiones. Aunque el amor propio de Menelao no quería aceptarlo, no vamos a creer que el cautiverio de Helena en Troya fue un mar de lágrimas. Respetada por el rey Príamo y el Príncipe Héctor, tuvo además cuatro hijos con Paris, su raptor.
Cómo es Bebek, el barrio de lujo en el que vivien Wanda Nara y Mauro Icardi en Turquía
A 319 kilómetros de donde estamos degustando una pantagruélica cena tántrica de 12 pasos, hace diez siglos se libró la guerra de Troya: al mando de Agamenón, los mejores aurigas griegos fueron a recuperar a Helena, la primera europea que sucumbió a las pasiones turcas en las postrimerías del 1100 antes de Cristo.
Hoy los recelos mediterráneos se juegan en otros terrenos más sutiles y el campo de batalla es la percepción. Comenzando por el paladar, la oralidad es el nuevo caballo de Troya y Osmán, tan hospitalario como Paris, lo sabe. “En el Oeste de Turquía somos europeos, muy receptivos, amamos la tierra y el mar y aprovechamos todo lo que ambos nos dan”, asegura, y no hay el menor motivo para no darle crédito.
A 319 kilómetros de donde estamos degustando una pantagruélica cena tántrica de 12 pasos, hace diez siglos se libró la guerra de Troya: al mando de Agamenón los mejores aurigas griegos fueron a recuperar a Helena, la primera europea que sucumbió a las pasiones turcas«
Aunque alguna vez hayan sido enemigos, Grecia y Turquía respiran las mismas brisas del Helesponto, comparten idiosincrasias y dos mares, el Egeo y el Mediterráneo.
La estrella de Belén que orientó a los Reyes Magos (es decir, partió de Turquía indicándoles el rumbo al Este, donde el Sol nacía) permitió que los reyes de Oriente llegaran hasta el “recién nacido” en Belén, para rendirle su homenaje y –según el relato bíblico- reconocer el nuevo orden mundial que se avecinaba y ponerse a su disposición. Sellaron esa pipa de la paz con varios obsequios; la mirra fue uno de ellos.
La habitación de la señora Christie en Estambul
“Mirra” es el nombre con que la Biblia refiere a Esmirna, identificando el reino con su producto emblemático de aquellos tiempos, la resina que se utilizaba para perfumar: la mirra.
Alaçati es un suburbio de Cesme, uno de los balnearios más chic y exclusivos de Turquía en este momento. En honor a su anfitrión, el preferido del jet set del espectáculo turco, sin contar a Jeff Bezos»
Para completar las figuras de este caleidoscopio de percepciones que ofrece la Turquía contemporánea están los hoteles de la cadena The Stay. Para muestra, basta un botón.
Dónde están las pasiones turcas
Su dueño también es un conquistador, pero en lides desconocidas en tiempos de Solimán, el Magnífico. Muzzaffer Yildrim es un actor y productor cinematográfico que en 2001 fundó Mars Entertainment Group, una red de salas de exhibición cinematogràfica que cuenta con 584 pantallas en 27 ciudades de Turquía y el resto del mundo.
Claro, tuvo tanto éxito con algunos productos, en los cuales incluso actuó (Pek Yakinda, 2014; Winter Sleep; 2014; Le Poirier sauvage, 2018) que logró amasar una fortuna suficiente para comprar y administrar varios teatros, museos de arte y otras salas de cine; montar una compañía propia de animación; poner restaurantes, invertir en revistas, series y películas; y con el pucho restante, lanzar una cadena hotelera, The Stay, que se posicione como la nueva imagen del país: exquisita y sustentable; exótica, pero no inalcanzable.
Turquía vaticina un mañana y será adentro de un avión
Sí, se lo ve más estresado pero Muzzaffer Yildrim es otro buen ejemplo de que el eje del poder se desplazó.
Así, el The Stay de Nisantasi Boulevard, en el distrito de diseño, está escoltado por las grandes marcas internacionales de Estambul; el de The Stay Bebek, modernizó una mansión Art Deco con french windows y vistas exclusivas al estrecho del Bósforo (el vecindario de Wanda Nara y Mauro Icardi); el de Bosphorus es un palacio otomano original del siglo XIX, en el barrio vibrante de Ortaköy; el hotel de Nisantasi reluce con canillas de oro y mármoles de Carrara; Bobo by The Stay ya no se encuentra en Estambul sino en las exclusivas aguas color turquesa de la Bahía Cennet, en Bodrum.
Párrafo aparte merecería The Stay Warehouse, el establecimiento en Alaçati, por una simple razón: era la casa donde vivía su dueño, Muzzaffer Yildrim, hoy Director Ejecutivo de AFM Uluslararasi Film Produksiyon Ticaret ve Sanayi AS, una compañía fundada en 1981, con oficinas en Estambul; las propias de Muzzaffer Yildrim están en Londres.
El touch más peculiar de The Stay es la cama: de un tamaño otomano, deconocido en Europa, su amplitud supera el King size y las sábanas no son de seda ni de lienzo sino de algodón orgánico, una nube»
Más que ningún otro, este ejemplar de la cadena turca combina artículos reciclados de cruceros, trenes y la industria cervecera para lograr el ambiente bohemio de la atmósfera, subrayado por el primoroso estilo vintage que se cuela en todas partes.
En cada uno de los 24 cuartos, realza una heladera carmín de las bien antiguas, estilo Siam, además de libros impresos y un tocadiscos Numark, para escuchar una variopinta colección de discos de pasta de vinilo, entre otras antiguallas (bueno, también hay bluetooth). El touch más peculiar de The Stay es la cama: de un tamaño «otomano», deconocido en Europa, su amplitud supera el King size y las sábanas no son de seda ni de lienzo sino de algodón orgánico, una nube.
Como todos los hoteles de la cadena, este también ganó la certificación de carbono neutral. Tiene puntos de carga para vehículos eléctricos, una línea de ropa ecológica y bicicletas para acercarse hasta la playa exclusiva de los huéspedes, Plage Isolée. Sí, “Playa aislada” porque Alaçati es un suburbio de Cesme, uno de los balnearios más chic y exclusivos de Turquía en este momento. En honor a su anfitrión, es el preferido del jet set del espectáculo turco, sin contar a Jeff Bezos, entre otros multimillonarios que muy de tanto en tanto extrañan la belleza de las cosas simples.
Alaçati es un suburbio de Cesme, uno de los balnearios más chic y exclusivos de Turquía. En honor a su anfitrión, es el preferido del jet set del espectáculo turco, sin contar a Jeff Bezos, entre otros multimillonarios que de tanto en tanto extrañan la belleza de las cosas simples»
Además del hall central inmenso en donde suena la voz de Frank Sinatra y un piano espera a un huésped con buen oído, otros detalles hacen que uno lamente no quedarse más tiempo: la piscina climatizada a cielo abierto, el border collie que pide mimos y el desayuno junto a los olivares: diez platitos blancos en donde frutas mediterráneas, dulces, salados, bocaditos de masa philo y yogur casero convierten en una delicia el comienzo del día, saboreando sin prisa un té servido en vaso, como en todo el mundo islámico.
El lugar funciona también como punto de encuentro cultural, no sólo por el bar con tantas botellas para todos los paladares sino porque exhibe obras de arte y organiza fetsivales de cine, exposiciones de arte, conciertos, talleres culinarios e incluso fiestas para esperar el fin de año. Todo eso por 500 euros la noche y el doble en temporada alta, por suerte, con desayuno. Y sí, pertenecer tiene su precio.
“Muzzaffer Yildrim quiere atraer el turismo americano, el de latinoamérica y el de Estados Unidos, ambos. Por eso vamos a ir a la Feria de Turismo de San Pablo- anuncia Dorukcan Koca, gerente de Group Marketing & Communications, la agencia que maneja la prensa de The Stay. Y esa revelación no la esperábamos.
Los herederos de Solimán andan pensando en traer la pasión turca al Cono Sur; mal no nos vendría.