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A 27 años del asesinato de José Luis Cabezas

Este 25 de enero se cumplen 27 años del día en el que el fotógrafo José Luís Cabezas fue encontrado muerto, tras conseguir lo que hasta entonces era una gran proeza: sacarle una foto al empresario Alfredo Yabrán, personaje del que nadie quería hablar, y al que prácticamente no se le conocía la cara.

Ya en ese entonces, el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, lo había acusado de manejar, mediante testaferros, varias compañías importantes, y de utilizarlas para lavar dinero proveniente del trágico de drogas y armas. En aquel momento, Cabezas y su compañero en NOTICIAS, el periodista Gabriel Michi, fueron asignados para cubrir la temporada en Pinamar, momento en que Yabrán se encontraba en aquellas playas junto a su mujer, María Cristina Pérez.

En su libro, “Cabezas. Un periodista, un crimen, un país», Michi cuenta cómo fue conseguir la foto por la que Cabezas pagó con su vida: «Cuando con José Luis Cabezas conseguí la información necesaria y él capturó la foto de Alfredo Yabrán caminando en forma relajada junto a su mujer María Cristina Pérez por las playas de Pinamar, supimos al instante que esa imagen era uno de los mayores logros periodísticos de los últimos tiempos. Yabrán era el hombre más buscado por la prensa argentina. El hombre sin rostro. El hombre más enigmático y poderoso del país. El enigma que había desvelado a tantos».

«El mismo que se había jactado tiempo atrás de que «ni los servicios de inteligencia tienen una foto mía» o que había sostenido que ‘sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la cabeza’, en una síntesis de que sus enemigos podrían ser también muy peligrosos. O una demostración tácita de su transitar por un mundo donde las leyes o son hechas a medida o son adulteradas en sus límites de acuerdo con las conveniencias y la impunidad del poder”, relata Michi en su libro. 

El periodista detalla la escasez casi total que había de imágenes de Yabrán previo a la foto tomada por Cabezas. “No había casi registros anteriores a la imagen obtenida por Cabezas, salvo alguna fotografía muy antigua de reencuentro de egresados en la escuela donde cursó su secundaria. O una toma muy lejana que había obtenido la revista NOTICIAS en los festejos nocturnos de Año Nuevo de 1995 durante los fuegos artificiales del balneario La Pérgola, en Valeria del Mar, explotado por su socio local, el arquitecto Luis Abruzzesse”, cuenta el autor.  

Pero sacarle una foto al hombre más enigmático del país no iba a ser un trabajo fácil. Cabezas y Michi habían reforzado su red de contactos y habían podido identificar las tres carpas utilizadas por la familia Yabrán en el balneario Marbella, aunque sabían que Yabrán no se encontraba aún en Pinamar. Pero el miércoles 14 de febrero de 1996, Michi recibió un llamado de una de sus fuentes más confiables: «Gabriel, mañana llega ‘El Tío'» .

“El Tío” era una de las formas elípticas en que mencionaban a Yabrán, para no nombrarlo por el temor que despertaba. Además, existía la posibilidad de que los teléfonos estuvieran intervenidos por servicios de inteligencia alineados con el magnate. Según la información, Yabrán estaría al otro día a las 18:00 en el balneario La Pérgola, Valeria del Mar.

Ese 15 de febrero, Cabezas y Michi fueron a Valeria del Mar luego de terminar una entrevista con el actor Miguel Ángel Solá. Al principio no había movimiento en el sitio, pero entonces decidieron pasar en auto por la puerta de la casa de Yabrán, la mansión “Narbay”: había varias camionetas 4×4 en su estacionamiento, y “algunos muchachos que deambulaban por allí, con «pinta» de custodios”. Más tarde volvieron a pasar y vieron humo que se levantaba entre los árboles de alrededor, lo que anunciaba un asado nocturno y la posibilidad de que Yabrán se quedara allí hasta el otro día, por lo tanto, que era muy probable que el magnate se quedara a cenar en su casa ese primer día de estadía en Pinamar.

“Fue allí que con José Luis decidimos que al otro día, el viernes 16 de febrero de ese 1996, íbamos a montar guardia desde muy temprano para ver si obteníamos la imagen del empresario. Nos interesaba particular­mente la foto porque la investigación sobre las sospechosas inversiones que Yabrán estaba realizando en Pinamar yo ya la tenía resuelta y solo necesitábamos la imagen más deseada para ilustrarla”, cuenta Michi en su libro.

A las 7 de la mañana de ese viernes Cabezas y Michi llegaron al lugar y cuidándose de que nadie de la custodia de Yabrán los detectara se subieron  a una especie de colina de tierra a 50 metros de la puerta de la mansión, en un descampado que daba a la calle Noctilucas y donde desembocaba la calle De La Sirena, la misma que terminaba, en el otro extremo, en la puerta de ingreso de la casa de Yabrán. 

Alfredo Yabrán en la playa de Pinamar

“Habían pasado unos pocos minutos cuando vimos que Yabrán —con­tra nuestros pronósticos— volvía a su casa. Tenía un maletín negro en su mano y había madrugado más que nosotros, para resolver vaya a saber qué negocio de los múltiples que tenía en el balnerario. La adrenalina y las pulsaciones de ambos se aceleraron. José Luis llegó a retratarlo de espaldas, ingresando a su casa con ese maletín. Pero solo eso. Eran las primeras imágenes que obteníamos del empresario, pero ni él ni yo nos quedamos conformes. Era una toma demasiado vaga y no servían al objetivo periodístico que nosotros perseguíamos”, relata Michi.

Entonces, ambos periodistas recalcularon: Michi fue en auto por calle De La Ballena, la de la casa de Yabrán, y si lo veía salir le enviaba un radiomensaje a Cabezas. Estacionó a unos 30 metros del estacionamiento con tres portones de la casa de Yabrán, y alrededor de las 10 se produjo el momento esperado: salió una de las camionetas Ford Ranger y pasa por al lado de Michi, quien se apuró a avisarle a Cabezas. 

Finalmente, ambos periodistas fueron hasta el complejo en construcción Terrazas al Golf, que estaba levantando Yabrán en esa zona sobre la avenida Enrique Shaw. Vieron la camioneta del empresario recorriendo el lugar por afuera, le estaba mostrando a su mujer cómo iban las obras que se desarrollaban detrás de un paredón de ladrillos a la vista y rejas. “Estuvimos analizando desde dónde podíamos obtener un plano del magnate, pero era imposible hacerlo por el propio andar de su vehículo. En ese laberinto de calles nos cruzamos al menos tres veces, pero no había forma de fotografiarlo”, detalla Michi. 

Luego vieron a Yabrán ingresando otra vez a su mansión, supusieron que para comer. Así que decidieron suspender por un rato la misión, suponiendo que más tarde lo encontrarían en la playa disfrutando del sol. Una fuente le había dicho a Michi que Yabrán era “bastante estricto —y casi marcial— con sus costumbres”. “Y entre ellas, la de ir a la playa. Me decía que Yabrán iba religiosamente alrededor de las 16 horas y era un dato central para nuestra búsqueda”, cuenta el autor en el libro. 

Así que a esa hora, Cabezas, Michi y la esposa de este último en aquel momento, Laura Luz Ojeda, ingresaron a Marbella. Cabezas esperó en el auto y Michi y Ojeda entraron en la playa, donde poco después vieron acercarse a un hombre corpulento, alto y canoso, que traía en sus manos una reposera. El hombre deposita una silla en la arena: era Yabrán.

Michi fue hacia el auto, donde Cabezas esperaba, y le dijo: “Acabo de verlo en la playa. Estoy casi seguro que es Yabrán, pero necesito de tu mirada fotográfica para asegurarnos del todo”.

Los periodistas bajaron por el balneario de al lado, Salvador Gaviota, y fueron caminando hacia donde Michi había visto al magnate: “Sí, es este”, ratificó José Luís Cabezas. Regresaron al auto en busca del equipo fotográfico y fueron al estacionamiento de Marbella. Desde ahí, con un teleobjetivo, se lo podía ver a Yabrán disfrutando del sol en su silla playera. 

“José Luis me pidió que le haga de trípode ya que con ese lente de aproximación —que encima son bastante pesados— cualquier movimien­to saca de foco el objetivo. Mi hombro fue el lugar de apoyo.(…) José Luis consiguió así unas tomas de Yabrán sentado al borde del mar en una reposera playera, algunas en la que incluso se ve pasar a un perro por delante. Relajado y gozando ya a pleno de sus vacaciones, el empresario nunca notó nuestra presencia. Lo mismo que su custodia que, después me enteraría, estaba por allí también camuflada de turistas y con sus armas escondidas entre las toallas. Ellos nunca se percataron de nuestro trabajo periodístico”, cuenta Michi en su libro.

Al tiempo Yabrán se fue, pero los periodistas querían más fotos: fueron al balneario contiguo donde estaba la esposa de Michi y esperaron. Luego de un rato Yabrán regresó:

“Encaraba una caminata costera pero la cantidad de gente y la proximidad entre el lugar desde donde salía el empresario y el nuestro impidieron que José Luis pudiera fotografiar ese momento. Decidimos esperar con la lógica del sentido común que señala que si se fue tiene que volver. Y esa lógica funcionó. Nos quedamos atentos mirando para el norte y después de 40 minutos vemos a la distancia que Yabrán y su mujer se aproximaban hacia donde estábamos y supimos que ese iba a ser «el» momento. Entonces, con mi mujer nos pusimos en pose de turistas mientras que José Luis simulaba que nos fotografiaba. Pero en realidad estaba fotografiando a Yabrán y su mujer. Ambos caminando en forma distendida por la playa. Nosotros en un primer plano ficticio y en paralelo pero detrás, la verdadera fotografía. La del hombre más enigmático de la Argentina, gozando de la invisibilidad que había cons­truido por años”, narra Michi el momento en el que consiguieron las ansiadas fotos. 

“Se los ve bien en primer plano, caminando. Están es-pec-ta-cu-lar, le dijo Cabezas a Michi al revisar cómo habían salido las fotos, aunque lamento haberse perdido, por unos minutos, un plano de Yabrán y su mujer dándose un beso. “Así era José Luis. Un perfeccionista. Un obsesivo por conseguir siem­pre un poco más en su labor profesional. Nos temblaban las piernas por el logro. El nerviosismo que habíamos tenido durante esas horas tenía su premio. Esa adrenalina que seguía pero ahora con la certeza de que el objetivo estaba logrado”, escribió Michi en su libro, recordando al fallecido periodista y la gran hazaña. Sin embargo, no terminó ahí:

“Entusiasmados, quisimos más”, aclara Michi. Al otro día, el sábado 16 de febrero de 1996, Michi y José Luís Cabezas fueron con familia y amigos al Salvador Gaviota y alquilaron una carpa: la misión era disimular que eran simplemente personas pasando un día de playa y no “poner sobre alerta al entorno yabranístico”. 

“Yabrán descendió a la playa a eso de las 16. Y la estrategia fue la misma. Lo dejamos pasar hacia el norte cuando encaró la misma caminata del día anterior. Y cuando regresó, José Luis agarró su cámara con un lente largo y, mientras que hacía que le tomaba foto­grafías a Cristina y sus amigas, en realidad ponía su foco en Yabrán y su esposa. Esas tomas fueron incluso más de frente que las del día anterior y, con la experiencia de la jornada previa, se logró un objetivo más nítido en esta segunda instancia.

En ese mismo momento José Luis interpretó que esa secuencia era mejor que la del día anterior. Y también supo que la conquista periodís­tica se había completado”, relata Michi. La foto terminó siendo tapa de NOTICIAS.

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José Luis Cabezas | Foto:Cedoc

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